SENTIMIENTO DE CULPA EN LA PUESTA DE LÍMITES

 Cuando somos entrenades, implícita o explícitamente, para no detectar y nombrar nuestros límites, entrar en ese diálogo propio será un proceso. Es un diálogo con el propio deseo. Al contactar con lo que deseo, comprenemos qué es lo que no estamos dispuestes a ceder ni tolerar; y visceversa: alguna veces no sabemos tanto lo que deseamos como lo que no deseamos. En el proceso de conocer nuestros límites, lo más probable es que atravesemos etapas previas a la claridad de discernir. De haber sido completamente invadides, vulnerades, atropelladles, podemos pasar a ser completamente reacies a toda propuesta novedosa, generando un marco de defensa inamovible para evitar volver a entrar en ese espacio de manejo externo. Son los dos polos de una misma energía. Y en muchos procesos emocionales necesitamos esta forma: tocar un extremo, tomar conciencia, ir hasta el otro extremo y luego, entrar en una tercera etapa, creada a nuestra medida, en donde  haya dureza y ternura, agresividad y flexibilidad, de acuerdo a como interpretemos que la situación lo amerita. Este es el poder de discernir desde la vivencia presente, y no respondiendo mecánicamente desde el trauma. Entonces, en vez de plantear estereotipos de respuestas para las situaciones que se van presentando, puedo empezar a sentipensar desde la novedad memoriosa: esto me remite a algo que ya atravesé pero la situación no es la misma porque yo no soy le misme, construí nuevas herramientas y puedo elegir entre la firmeza, la porosidad, ablandarme, repeler, etc.

¿Qué sucede en relación a la culpa? Parte de haber sido entrenades para no poner límites, es haber aprendido que no somos seres interdependientes, separades de otres seres, sino extensiones de otres, pertenencia de otres. En este punto, el límite no es viable porque separa, y si se me ha inculcado que separarme es erróneo y peligroso, durante mucho tiempo voy a sostener la simbiosis que me violenta para, paradójicamente, mantenerme segure. Ahora bien, en la etapa en la que comenzamos a vislumbrar que recuperar nuestro 100% es una necesidad básica, vamos a tener que lidiar con el dolor de la separación, y aquí es en donde puede comenzar a correr la culpa. Más aún si fuimos socializades como feminidades, lugar de objetización por excelencia a nivel social, y también si habitamos familias clan, que no admiten como orgánica la individuación de sus miembros. La culpa aparece como una forma de pago, de castigo, por encontrar nuestro deseo de emancipación, y por ende de ponerle límites a la invasión externa. Como suelo nombrar, es importante sostener el proceso de separación, a sabiendas de que lleva tiempo, que puede cargar grandes angustias, sensación de incertidumbre, de falta de piso firme en donde hacer base. La potencia reside en la repetición, en seguir pulsando una y otra vez hacia donde queremos ir. Y en esa repetición, encontraremos también la riqueza de ver situaciones muy similares con ojos y corazones nuevos, propios.

Con todo mi amor,

Juli.

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