UNA ANTIGÜA FORMA DE VIOLENCIA: EL DEBATE EN TÉRMINOS PATRIARCALES.

 Lo patriarcal nos atraviesa a todes. Creer que cambiar un discurso teórico modifica nuestras prácticas como consecuencia inmediata es ficticio. La práctica de la coherencia entre sentir, pensar y accionar también es un proceso que lleva tiempo. Porque siempre es mucho más simple proclamarse a favor de algo, que practicar eso que proclamamos. La práctica nos involucra en nuestras bases más arraigadas, nos pide compromiso, búsqueda interna. Allí radica la diferencia entre profundizar en nuestras dinámicas personales o quedar en la etapa superficial de unirnos a un discurso amparado (nuevamente) por la masificación. Tal vez creímos que adosarnos a lo que otres plantean de forma teórica, marchar o tener pañuelo verde nos exceptuaba de las dinámicas patriarcales per se. Es la clara prueba de que aún no terminamos de masticar y digerir que las teorías son el punto de partida, pero que no juegan el partido. El partido lo jugamos nosotres, todes. Sí, también las mujeres cis y las disidencias. Creer que por ser mujeres no incurrimos en dinámicas patriarcales, paternalistas, bélicas o punitivistas, es otro biologicismo que obstaculiza el proceso profundo de transformación vincular. Si yo me relajo en creer que cierto activismo me inviste con el manto de la empatía, el respeto, la apertura y la no violencia, estoy dando por sentado la culminación de un proceso que en realidad apenas ha comenzado. Si frente al límite de le otre, incursiono en tratos violentos, invasivos, chicaneros o sarcásticos, no hago más que exponer mi propia inmadurez emocional. Y en este punto hay alerta pero no hay juicio. Porque vivimos en una sociedad que no propulsa, y de hecho complica constantemente el proceso de maduración emocional: nos propone dinámicas violentas que frenan nuestra potencialidad de cooperativismo, a la vez que nos castra con sus pastillas anticonceptivas y nos estanca con un acceso limitado a terapias psicológicas. Así y todo, hago análisis porque no quiero hacer justificación. La red humana comunitaria se teje entre todes, se teje como un proceso que no pretende ser impecable, pero que sí requiere de la escucha de une misme, de la revisión, del cambio y, si fuese necesario, del bálsamo de la disculpa. El debate patriarcal que se genera hoy día, es una invitación a un mano a mano con palabras. Entrar a un intercambio con ideas estancas preconcebidas, como moldes ya llenos e inalterables, inevitablemente nos lleva a competir, a querer ganar, a imponer, a necesitar tapar la boca, en un contexto que en realidad nos está pidiendo que aprendamos a observar las diferencias, y separar disenso de violencias. No es extraño, es el modelo que se nos enseñó desde siempre. Gozar de reprimir a les otres, que es la forma policial que habitamos interiormente. Entonces, como bien nombra Clementine Morrigan, “muerte a la gorra significa que no actuamos como policías entre nosotres”.

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