RESPONSABILIDAD AFECTIVA: EXIGENCIA Y PRIVILEGIO NEUROTÍPICO

Para hablar de responsabilidad afectiva, tendríamos que poder definirla primero. En su momento, hice esa pregunta en mis historias de Instagram para saber qué era lo que se entendía por este concepto. Y si bien hubieron ciertos lineamientos en común, no todes contestaron lo mismo. Se nombraba el hecho de tomar conciencia de que nuestras acciones tienen consecuencias, de pensar en cuidar a les otres con nuestras acciones. La entiendo como un intento de no seguir relacionádonos como si fuésemos productos y por eso no estoy a favor ni en contra de la responsabilidad afectiva, lo que me interesa es poder problematizarla. Como sucede con todos los conceptos que se crean sin hacer un análisis contextual, se terminan convirtiendo en eslóganes que son excluyentes y que se utilizan más para demonizar y penalizar el accionar de otres que para profundizar en el análisis de los vínculos humanos, y sobre todo de la mirada sobre nosotres mismes. La responsabilidad afectiva, al igual que otros postulados, nacen como propuestas novedosas, supuestamente alejadas de las formas vinculares hegemónicas, pero al no ser revisadas, problematizadas, profundizadas ni contextualizadas, terminan convirtiéndose en una nueva exigencia masificadora: si no se puede cumplir con lo que se pide o si tenemos diferencias ideológicas con estos eslóganes, entonces merecemos la cancelación. Cuando se habla de responsabilidad afectiva, se hace siempre desde una postura parejocentrista. Es decir, no es un concepto que se haya originado como una forma de cuidado para los vínculos en general, sino en relación a los vínculos sexo-afectivos. Esto implica que sigue reforzando la jerarquización de los vínculos, poniendo a los vínculos sexo-afectivos en el puesto 1 de la lista. Y ya he hablado acerca de por qué estos mecanismos que refuerzan el parejocentrismo son peligrosos: porque nos bajan el mandato de que debemos organizar nuestra vida en relación a la pareja, dejándonos con pocas posibilidades de pensar vínculos que tengan flexibilidad en su diseño y puesta en práctica, y porque nuestro mundo se termina reduciendo a un o unos pocos vínculos (que además son siempre con ciertas identidades, ya que el deseo no es natural sino que está guionado) que tienen un cerramiento e intensidad extremas, terreno especialmente propicio para que se desarrollen múltiples violencias.

Pero además de no tener una definición clara, ser refuerzo del parejocentrismo y actuar como parte del "manual de la buena persona", es un postulado neurotípico (acá te pido que por fa googlees en vez de escribirme por privado para preguntarme qué es 🙈). Hablar de responsabilidad como un concepto universal nos hace creer que todes habitamos la misma realidad psíquica y que tenemos el mismo recorrido en relación a la percepción, análisis y expresión emocional. Pero en un sistema educacional que nos invita a percibir y gestionar nuestro mundo emocional en un 0 por ciento, en donde demostrar nuestra emocionalidad es motivo de burla e incluso de aleccionamiento, en donde hacer terapia es un privilegio tanto económico como simbólico, en donde muchísimas historias de vida vienen signadas por un entramado de traumas, en donde existimos personas con severas marcas en relación al estrés postraumático, la desregulación emocional, y donde la ansiedad y la depresión lamentablemente son moneda corriente, ¿realmente podemos exigirles a todes lo mismo en materia vincular? ¿No es acaso utópico, en un sentido peyorativo, creer que podemos tener control sobre las conductas de les otres? ¿Y no es también revictimizante suponer una mala intención de parte de una persona a la que no conocemos en su complejidad psíquica? Por poner un ejemplo, ¿puede el famoso ghosting estar motivado por algún episodio de ansiedad, depresión, fobia social? ¿Y puede suceder, además, que expresar lo que estemos atravesando en ese momento no sea una opción viable? Y en última instancia, una persona que no nos demuestra el interés que estamos necesitando, ¿no nos trae la perspectiva de cuáles son nuestros límites, con el dolor que eso nos puede ocasionar?
Como para cerrar, realmente creo que es muy nutritivo pensar en micro políticas de cuidado, pero estas deben ser flexibles, entender que somos humanes y no máquinas, que los postulados que se convierten en mandatos son hiperexigentes en un mundo en el que abundan los motivos estresores, que no todes venimos de las mismas realidades, que nuestros procesos no tienen los mismos tiempos de desarrollo y que muchas veces, lo que puede ser juzgado como un descuido frente a les otres, puede ser un cuidado para une misme.

Con crítica nutritiva,
Juli.

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