VIOLENCIA DEFENSIVA Y VIGILANCIA DE TONO – PARTE I
En principio me interesa poder hablar de violencias y no de violencia. El plural no es un capricho semántico sino una postura teórica y por ende política. ¿Por qué hablar de violencias? Justamente para poder asentar la idea principal de este análisis: no existe un solo tipo de violencia, no se puede estudiar LA violencia desprendida de su contexto y no toda violencia es destructiva. Por eso hoy voy a explayarme sobre el papel defensivo que tienen ciertas violencias.
¿Qué
problemáticas encierra el discurso constante de que “la violencia es mala”? Por
un lado es entendible que, en una sociedad en la cual tenemos muy pocas
herramientas para dialogar con el enojo y la ira, se moralicen las violencias;
pero por otro lado hablar de violencia en singular y desprovista del contexto,
nos puede llevar a pensar que todas las violencias son iguales, y por ende
debemos rechazar cualquier tipo de violencia. Pero, ¿es verdad que todas las
violencias son iguales? Sospecho que esta visión esconde algo muy importante: las
relaciones de poder y las desigualdades que allí se juegan.
La visión
más superficial sobre las violencias ni siquiera habla en plural, denotando que
existen muchos tipos de violencia, y además supone que toda violencia es mala
(pronto voy a estar escribiendo sobre el pensamiento binario y sus
problemáticas). Pero justamente hoy estoy escribiendo sobre la violencia
defensiva, para luego hacer un enlace con la vigilancia de tono. ¿Qué es la
violencia defensiva? Es una forma de violencia que activamos en momentos en los
cuales necesitamos defendernos de otra violencia. Es entonces una violencia que
no es buena ni mala sino necesaria para la supervivencia. ¿Y cómo sabemos qué
violencia es defensiva? Justamente a través del análisis de las relaciones de
poder. En un ejemplo muy claro, ¿es lo mismo la violencia que ejerce un Estado
cuando manda a la policía a reprimir a su pueblo, que la violencia defensiva
que el pueblo pueda levantar contra ese primer ataque? ¿Qué diferencias hay
entre estas dos violencias? Que la primera surge desde un ente que debiera
proteger y velar por los derechos de las personas, y que además se ubica en la
parte de la díada relacional que tiene el poder, y la segunda surge como una
respuesta a ese abuso de poder.
Esta lógica,
de dos violencias que se encuentran mediadas por una relación de poder, también
se reproduce en los vínculos interpersonales: de xadres a hijes, de jefes a
empleades, de directives a docentes, de docentes a estudiantes. Y las
vinculaciones s3x0-afectivas no son la excepción.
Entonces,
¿por qué utilizar la violencia como una herramienta de defensa en un contexto
que nos está vulnerando, nos crea tantas dudas e inclusive culpas? ¿Y por qué
esas dudas y culpas están aún más marcadas en las disidencias y mujeres cis? Resulta
que, como todo en nuestra sociedad, la educación que se nos transmite en
relación a las violencias está totalmente sesgada por los estereotipos binarios
de género. Las violencias están mucho más legitimadas socialmente para los
varones cis que para las demás identidades. Y a su vez, no profundizar sobre
los diferentes tipos y usos de las violencias, haciendo foco en el contexto en
el que se dan, nos deja literalmente desprovistes de defensas en un mundo que
de cooperativista y horizontal tiene muy poco.
Entonces, es
indispensable comprender que hay violencias que no son malas ni buenas, sino
necesarias para la defensa y la supervivencia. Cuando hablo de violencia
defensiva, hago referencia justamente a poder entender que hay violencias que
nos sirven como una herramienta de respuesta frente abusos de poder. Y esa
herramienta no puede ser cooptada por la moral, ya que esa visión nos deja
atrapades en un espacio de responsabilidad subjetiva, culpa y desarmado de
nuestras defensas tanto psíquicas como físicas.
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